Las siguientes recomendaciones son aplicables a cualquier tipo de diabetes, incluso en la famosa diabetes del embarazo que, a pesar de ser algo más especial, no deja de ser una diabetes y las siguientes conclusiones básicas deberán tenerse en cuenta:
Algunos
consideran que debe recomendarse siempre el descanso porque el movimiento
podría producir un aumento de la glucosuria. Creemos que no debe generalizarse
y que el movimiento no es nunca perjudicial en sentido absoluto, sino que debe
acomodarse a las condiciones físicas del paciente.
El
movimiento no debe llegar a provocar cansancio, sino que debe ser gradual y progresivo,
de tal modo que constituya un ligero entrenamiento de ejercicios más
prolongados y complejos: si se eliminan las causas del cansancio propiamente
dicho, los ejercicios físicos son, en la mayoría de los casos, moderadamente
recomendables.
Los
paseos por el llano o por zonas en ligero declive, los ejercicios al aire
libre, la gimnasia metódica, la equitación, el piragüismo y la bicicleta
(estos últimos con la debida prudencia), son aconsejables por igual: deberá
preferirse uno u otro ejercicio de acuerdo con los gustos, la resistencia, la
constitución y las costumbres del enfermo. Son menos recomendables en general
la caza, la esgrima y cualquier otro ejercicio violento que provoque
agotamiento y sea ocasión de cansancio.
En resumen, los ejercicios
musculares desarrollados con prudencia y moderación pueden constituir una
ayuda importantísima en el tratamiento de la diabetes porque aumentan las combustiones
orgánicas y favorecen el metabolismo general, que está algo entorpecido. Sólo
en los enfermos graves y sobre todo en los que presentan tendencia hacia la
acidosis (es decir, en los que presentan acetonuria) será necesaria una mayor
precaución, tanteando su tolerancia y aconsejando ejercicios más limitados y
graduales o bien suprimiéndolos totalmente.
No debe olvidarse
un descanso y un sueño suficientes: el diabético debe dormir por lo menos
siete-ocho horas, acostándose alguna hora después de la última comida del día.
Debe dedicarse
mucho cuidado a la limpieza del cuerpo: deben practicarse por lo menos dos
baños generales a la semana, a 35-36°, y pediluvios con mayor frecuencia. Si
se registran sudo- raciones profusas, deberán favorecerse las funciones de la
piel practicando fricciones con agua de colonia.
La higiene bucal
exige también mucho cuidado por la facilidad con la que, en el diabético, se
pueden producir infecciones. Después de cada comida, debe practicarse un lavado
de la cavidad oral con agua sola o, mejor aún, con un colutorio aromático y
desinfectante; cepíllense los dientes con un dentífrico preferentemente
líquido.
Debe
cuidarse la regularidad de las funciones intestinales. En caso de
estreñimiento, recúrrase a laxantes suaves o, mejor, a un masaje de la pared
abdominal; si las funciones son regulares, re- cúrrase a un purgante,
preferentemente salino, una vez a la semana.
Recuérdese,
finalmente, que el diabético, estando especialmente expuesto al riesgo de las
infecciones, debe observar mayor prudencia a este respecto; es aconsejable por
tanto que no visite a familiares o amigos afectados de procesos morbosos de
naturaleza contagiosa (sarampión, escarlatina, gripe, etc.) y que no frecuente
en tiempo de epidemias locales abarrotados de público o cerrados (teatros,
cines, etc.).
Una particular
norma higiénica es la abstención del tabaco (tanto de cigarrillo como de
pipa). Todas las substancias tóxicas actúan con mayor energía en el organismo
debilitado de un diabético. Es necesario por ello que los obreros expuestos a
intoxicaciones crónicas (de plomo, arsénico, fósforo, etc.) cambien de sección
o de trabajo.